Las impresoras 3D se utilizan desde hace más de una década para la realización de prototipos de piezas que luego se quieran fabricar en serie: son habituales en campos como el diseño industrial, la ingeniería, la arquitectura, la educación u otros relacionados con las bellas artes y la creatividad con nuevas tecnologías. Ahora nuevos modelos adaptados al campo doméstico, y con precios más asequibles, buscan acercarse al consumidor con propuestas imaginativas.
Aunque hay diferentes métodos de impresión 3D, uno de los más
utilizados, por su coste por pieza y velocidad, son las impresoras que
permiten crear objetos tridimensionales mediante la superposición de
capas de materiales, como plásticos o resinas, que se funden o ablandan
parar crear las diferentes formas. También se utiliza el método de
impresión por inyección, mediante la superposición de capas de polvo o
resina que quedan pegadas entre ellas.
En los últimos años, la impresión tridimensional se ha extendido a
diferentes actividades y áreas más allá de la ingeniería, gracias a los
avances en diseño en tres dimensiones y al descubrimiento de nuevos
materiales que permiten crear piezas de forma más eficiente y sencilla.
Todo ello se ha plasmado en modelos de impresoras que llegan por vez
primera al usuario convencional. Pero a pesar de que su coste ha bajado
en los últimos años -las primeras impresoras 3D para la realización de
prototipos rápidos tenían un precio entre 100.000 y 500.000 dólares-,
son todavía una tecnología solo al alcance de empresas y profesionales.
El modelo ZPrinter 150
-uno de los más baratos del mercado en este segmento-, que realiza la
impresión 3D de piezas monocromo, tiene un coste estimado en 15.000
dólares, mientras que el modelo de impresión de piezas a color de esta
misma compañía, el ZPrinter 250, tiene un precio estimado que se eleva a 25.000 dólares.
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